POEMAS

de

Javier Vela

 

 

VIGILIA

 

Herido por los años el día no amanece

y no promulga el alba su blanco advenimiento

de fuego y de mañana y de memoria nueva,

no disipa el silencio con su grito de luz.

En la quietud se ahoga la carne, se retuerce

de angustia entre la sábanas. No llega la palabra

que todo lo redime, las calles se impacientan

y lloran las ventanas y las pupilas lloran

su ceguera, perdidas entre la oscuridad

que envuelve la mirada. Las horas sólo guardan

vestigios de la noche, humedad en los mármoles…

y el día no amanece, no despunta la aurora.

En el pecho un latir de caballos salvajes

quiere salir, huir, correr hacia la luz,

viajar por sus caminos y por sus lejanías

y encontrar el final del laberinto onírico,

la puerta del sentido, los signos, la vigilia.

 

 

AL FONDO DE LA SOMBRA

 

Es cóncava la noche, le envuelve en su infinito.

No cesa la tormenta, esa lluvia de espadas…;

ahí fuera las ramas se curvan como sierpes.

Las estrellas, exhaustas, se sueltan y descienden

sabiendo que se arrojan a una muerte segura.

Aún siente los aullidos del viento en la ventana,

las horas golpeando en los cristales turbios…

Al fondo de la sombra, en el temor nocturno,

una luz se inmiscuye debajo de la puerta,

se escuchan unos pasos acariciar la alfombra,

silentes, se aproximan hasta inundar la estancia.

Ella susurra un beso con una voz muy dulce.

Con los ojos cerrados, él simula que duerme,

ansiando que mañana esa luz maternal

regrese a descorrer las cortinas del alba.

 

 

FINALES DE SEPTIEMBRE

 

"le ciel est triste et beau comme un grand reposoir;

le soleil s’est noyé dans son sang qui se fige"

CHARLES BAUDELAIRE

Dejando en su diluvio los árboles desnudos

una lluvia de hojas alimenta la tierra;

y yacen deshojadas sabiéndose vencidas

las mismas que hace días colgaban victoriosas.

Parece su conjunto un vasto cementerio

de cuerpos desterrados por el paso del tiempo,

un vals entre cadáveres que el viento desordena.

Qué dulce crepitar interpretan mis huellas

al pisar la hojarasca, los pétalos caducos…

Finales de Septiembre sentencia el calendario,

atrás queda el Estío, el áureo sol de Agosto,

la enfebrecida lumbre que inundaba los campos,

cada brizna de hierba, cada flor, cada aroma…

Atrás queda también la arena de la playa

que ardía en nuestros pies como lava encendida,

el murmullo del mar recitando sus versos

al fondo de la tarde, las olas que se erigen

cual breves esculturas, y la sal en los labios.

Finales de Septiembre, los días mueren antes.

Un cielo ajedrezado reclama su momento,

el sol, amortecido, recoge sus cabellos

y se marcha después con su luz a otra parte.

Ahora el soto es gris y tiene su espesura

el alma perfumada de sombra y de tristeza.

Ya lo advierten las hojas: ha llegado el Otoño.

 

 

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