POEMAS

de

Francisco Domene

 

CONFESIÓN

 

No soy quien crees que soy, ni aproximado,

ni en camino de serlo o de dejar de serlo,

ni ninguna vez, ni la mayor parte

de las veces. Incluso aunque te empeñes

en enseñarme cómo soy, cómo

quieres que sea, qué alma me conviene

y qué camisa, qué calzón y qué gesto,

no soy quien tú crees que soy, ni mi miedo

es igual que tu miedo, ni busco la verdad

que tú quieres que busque, ni tampoco

lo que espero es lo mismo que tú esperas

de mí. Ni un veinte ni un treinta por ciento,

ni la mitad, ni un cuarto, y eso que hace

muchos años que nos desconocemos,

ni poco más o menos, ni fijándose,

ni mirándolo por encima, ni mirándolo

bien, no, ni a grandes rasgos

le doy un aire. Y no es que yo sepa

quién soy, qué temo, qué busco, qué espero,

no es que yo no quiera,

que reniegue, ni tres, ni dos, ni una,

que falsee argumentos, que me invente

distinta identidad, distinta hechura,

que mi dedo señale el rostro de otro hombre,

otra tierra, otra fe, otra alianza,

distinto beneficio. Más me valiera serlo,

creeme,

pero yo no soy quien tú crees que soy.

 

 

SI AMANECE

 

Si amanece,

dices,

si la luz que se para a respirar

en nuestros cuerpos

cansados y desnudos,

adolescentes siempre como ríos

que aguardan la crecida de septiembre,

impuros como todo lo que ha sido poseído

por el amor

y tan callados en su pasmo

que parece que hablaran, si amanece,

dices,

si habrá que levantarse

y hacer el desayuno

y regresar un día y otro día

al mercado, al trabajo, al parque, al banco,

a resolver asuntos

absurdamente inexcusables,

si amanece, si la suave culebra

de la luz se desborda

por dentro de la piel,

por los besados párpados,

si inocula por los estremecidos

tendones su veneno,

¿qué quedará después de tanto asombro?

¿Qué permanecerá de todo lo erigido?

 

 

 

CUANDO QUIERAS

 

Será cuando tú quieras. Fíjate qué sencillo:

No tienes que llamarme ni esperarme,

ni soportar un día y otro día

mi aburrida presencia enamorada,

mi irritante presencia enamorada,

ni mis torpes discursos sobre cosas y gentes.

Será cuando tú quieras, porque quieras,

sin ninguna razón

convencional o justa, y sin apropiaciones

debidas o indebidas, ni estatutos,

sin tener que pensarlo

ni detenidamente ni un millón

de veces, porque sí, sin calcular

la ganancia o la pérdida.

No para ayer y no para mañana.

Cuando tus ojos se abran

embriagados de dulce luz y digan:

hoy.

Cuando tu corazón,

cuando tus manos y tu carne se abran

como dulces granadas silenciosas,

como espigas de trigo, y digan: hoy.

 

 

 

 

EL POETA QUIERE HABLAR DEL HOMBRE

 

Hablo del hombre. Me atribuyo su voz, como si el hombre

hubiera enmudecido, como si su laringe fuera un órgano

inútil, como si de sus labios sólo pudieran brotar besos

o eructos.

Hablo del hombre. Finjo que lo conozco.

Imito su tristeza o su alegría. Voy a los sitios que frecuenta

—la plaza del mercado, la oficina de patentes, los muelles, la ribera

del río, algún hotel barato, la uve azucarada y ácima de unos muslos,

un taller de modista, un bar que huele a muchas horas lentas— y pregunto

por él, por mí,

y nadie me responde, nadie hace caso. Nadie se vuelve al escuchar mi voz.

A nadie importa que mi voz —doy fe, lo juro, lo repito— sea la voz del hombre.

Hablo del hombre. Lanzo su descripción en los periódicos,

me oculto en las esquinas a ver si pasa, presto atención a los noticiarios

por si hablaran de él, de mí,

busco cualquier indicio —huellas de uso, signos, ecos, latidos, miedo,

esperanza—, marco números de teléfono, distribuyo pasquines con su imagen;

pero nadie responde,

como si todo el mundo hubiera enmudecido, como si nadie comprendiera nada,

como si al otro lado del poema y a este lado del poema

no hubiera nada.

 

 

 

FIESTA OFICIAL

 

No importa la ciudad, ni el día

—el de hoy, el de ahora mismo, un día

cualquiera, turbio y lento,

solemne

como un largo pasillo, cualquier día,

un día sórdido,

un día inmerecido—.

Hay por las calles un silencio

con pájaros,

una municipal cancelación

del absurdo transcurso

del tiempo, un apagado escombro

de cuanto, alguna vez, ha sido

propuesta, convicción, deseo.

Se atavían las gentes con sonrisas,

con pulcros ademanes mercantiles,

con dispendiosos signos

publicitarios.

Utilizan coartadas de alegría,

exonerantes reverencias,

recios discursos de fortuna.

No importa el día.

Todo el pasado es nada.

Un consenso de olvido desfila por las calles.

La dignidad

es un perro dormido en las aceras.

La libertad es una estatua ecuestre.

La justicia... Ah, la justicia...

eso que algunos piden desde siempre.

 

 

 

DE "ARRABALÍAS"

.................

Como la savia de la tierra acude

a los centenos, la luz al reclamo

de las hojas y el agua jugadora

de la honda zubia al circunspecto océano,

yo acudo a su llamada. Con afecto

y con miedo, como se acerca el labio

a la piel que lo espera, como van

en busca de alimento las palomas

a la siembra, yo acudo a su llamada.

Y me envuelve su voz, como la niebla

al pueblo que amanece, y en su voz

me cobijo como un gato en el halda

mullida. Sigue hablando. Sigue hablándome

a mí, mujer, di con tu voz mi nombre.

Haz que tu dedo ahora me señale.

Que tu mano se pose en mi hombro tuyo.

Yo quiero ser tu símbolo y tu signo,

el garabato oscuro con que escribes

y creas, brizna de granza en tu almiar,

la huella de tu pie sobre la tierra.

Elígeme —si yo soy inmortal,

por qué temo morir—, llámame, sí,

no dejes que la duda eche raíces.

Corta tú a tu medida mi camisa

eterna, mi calzón eterno. Elígeme.

Que de tu desnudez me des la mía.

Que de tu propio barro me modele

tu mano. Imagen no, prolongación

tuya: barro de tu barro, saliva

tuya, tu misma desnudez, tus mismas

nervaduras: uno y todo son uno:

signo único, símbolo único, origen

único, el mismo canto inmemorial.

Hasta la luz, hasta que la luz duela,

hasta que la marca de la luz duela;

por fuera y por adentro, amiga, elígeme.

A hierro y fuego, pon tu marca en mí.

Que ni la borre el agua ni la tache

el tiempo. Que la herida largamente

supure, sí, que nunca cicatrice.

 

 

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