Paráfrasis 
sobre el 
Cantar de Cantares de Salomón 
en tono pastoril
Benito Arias Montano

POETA
En los floridos valles de Siona
junto con el otero,
dó el hijo de Jesé, zagal chapado
por tirar con la honda muy certero,
la su gentil corona
ganando, fué entre todos señalado:
allí en un verde prado
vi debaxo una sombra una pastora
graciosa y bella, aunque algo tostadilla.
Paréme para oilla,
y á ver qué cosa fuese causadora
del ansia gastadora
que dentro si tenia:
porque con los suspiros que enviaba,
tales que ayre ardia,
encendida en deseo se mostraba.
En su cantar sentí, que amor la fuerza,
y no le dá reposo
haciendo al delicado pecho guerra,
solo por el deseo de su esposo,
al qual llamar se esfuerza
tanto, que mueve á compasion la sierra.
No mucho se destierra
su esposo, porque está tambien herido
de una otra flecha tanto más pujante,
por no poder apacentar sus ojos
viéndola. No pudiendo
sus ansias refrenar, que no rompiesen,
este cantar diciendo,
lugar daba á sus quejas que saliesen.
 
Capítulo I
ESPOSA
Theolampo mio, ¿qué tardanza es esta?
¡ay! ¿quién te me detiene?
¿dónde estás? ¿No respondes? ¿qué te has
hecho?
¿Cómo no quieres que en tu ausencia pene
aquella á quien le cuesta
tu amor el corazon que está en su pecho?
Bien sientes qué despecho
tendré conmigo misma no te viendo,
porque tengo temor que no me quieras.
Si tú mi amante fueras,
vinieras, la mi pena no sufriendo.
Yo juro que en te viendo,
seria yo guarida,
y aunque la muerte ya de mí triunfase,
tornaria a la vida,
si un beso de tu boca yo alcanzáse.
No hay en el mundo mas sabroso vino
que al bebedor contente
y quite sus cuidados y dolores,
y lo haga á gran bien estar presente,
que á aquel dulzor divino
se pueda comparar de tus amores:
pues solo los olores
que de tí salen, tanto acá trascienden,
y en tanto amor encienden,
como ólio que derrama
algalia, que en bugetas se reparte:
así huele tu fama,
que á todas las doncellas hace amarte.
Plugiese á Dios de el cielo, que me asieses,
Theolampo, de la mano,
y me llevases una vez contigo,
seguirte hia con correr liviano
por dó quiera que fueses;
que sin tí estando, no estaria conmigo.
Este mi Rey que digo,
me dará entrada en su palacio eterno,
donde veremos todas sus riquezas:
y si á esto me avezas,
en mí apacentarás un gozo tierno,
y todo mi gobierno
será siempre decir,
que no hay vino que iguale con tu amor:
y tú podrás sentir
quanto se hace amable este dulzor.
Aunque parezco en mi color morena,
Solimitanas Dueñas,
en todo el resto soy graciosa, y bella,
como los pabellones, que en las breñas
y por la ardiente arena
están tendedidos, y el Alarbe huella:
tan linda como aquella
cortina que en su templo Salomone
tendió, que dentro gran riqueza muestra,
ni fuera de ella hay muestra.
¿Por qué el color moreno espanto os pone?
¡Ay! Dios se lo perdone!
los hijos de mi madre me forzaron
que guardando sus viñas me tostase,
y nunca me dejaron
que la mi viña propia bien guardase.
Hadme saber, ó amor de la mi alma,
dó el tu ganado pace,
y hacia donde sestea tu rebaño:
ó quando el sol en la mañana nace,
ó quando el ayre encalma
dó le defiendes del calor estraño;
porque si yo me engaño
en te buscar, sin ir, dó estás, muy cierta,
andando por los montes y las fuentes,
Amor, ¿no paras mientes
que andaré fatigada y medio muerta,
y que si acaso acierta
verme quien no conozca,
al punto pensará de mí mil males,
que ando de choza en choza
buscando sin vergüenza los zagales?
POETA
Al dulce lamentar de aquesta amante
callaba el campo todo,
movido á compasión de una tal queja:
y no es tan vano el lastimero modo,
que el alma no quebrante
á su esposo, que de ella no se aleja.
Amor ya no le dexa
atormentar su amada con silencio:
que le es amargo asencio
ver el mal de su esposa, y no guarillo:
y con un son, que oillo
bien pueda, le responde
cantando porque mas su pecho mueva
desde las breñas, donde
por gran requiebro su presencia encueva.
ESPOSO
Eumenia, para mí dulce y graciosa
mas que muger de quantas hoy se arrean,
si tú no sabes, mi querida esposa,
hallar las mis ovejas dó sestean,
aballa tu ganado presurosa,
y tus cabritos que pacer desean:
la huella ven siguiendo á los pastores,
que entre ellos hallarás á tus amores.
Mas linda, mas ligera, y mas lozana
eres á los mis ojos, mi querida,
que la yegua de Egipto muy galana,
que en el mi carro suele andar uncida.
Tus mexillas, Eumenia, muy de gana
entre sus joyas tienen mi alma asida.
Dos tórtolas te tengo muy labradas
de oro, y en blanca plata rematadas.
ESPOSA
¡Quan dulce es tu presencia, esposo amado!
mis cosas sienten todas su alegria.
Mira en sentirte donde estás sentado
que olor esparce la bugeta mia,
El manojo de mirra muy preciado
que siendo amargo, suave olor envia,
manojo es para mí mi esposo bello,
entre mis pechos quiero yo traello.
De canfora un racimo muy suave
donde sale el licor que siempre dura,
y junto al mar, que no sustenta nave,
en las viñas de Engadi es su postura:
tal es quien de mi pecho tiene llave,
y solo cierra y abre su clausura:
y aun poca suavidad es la que digo,
mayor espira de mi dulce amigo.
ESPOSO
La beldad toda en tí hace aposento,
en tí, mi amiga, toda la lindeza.
Tus ojos, que me dan tan gran contento
en su mirar honesto y su clareza,
sus rayos, su color, su movimiento
su redondéz estraña, y su grandeza
remedan mucho los de la paloma,
quando por la mañana el rayo asoma.
ESPOSA
Tu gracia y tu beldad es la que abrasa
mi corazon contino en viva llama:
de flores que cogí, quando mas rasa
el alba estaba, es hecha nuestra cama,
que grande suavidad de sí derrama:
de cedro es la madera de la casa,
el corredor cipreses lo sustentan,
porque de el tiempo injuria nunca sientan.
 
Capítulo II
ESPOSO
Tal soy como el campo nunca arado
rosa, que lejos el su olor extiende,
y la su vista á nadie se defiende,
y cunde mas su olor, si la han hollado,
viene en ella el rocío descombrado:
no tiene impedimento
para su crecimiento,
y dá contentamiento
tal que cualquiera á verla es convidado.
Soy el lírio en los valles esmerado
nacido entre los prados deleytosos,
que entre las verdes uvas muy hermosos
sus vástagos extiende, y muy preciado.
Por el mi olor de todos soy amado,
y al dulce movimiento
del pasagero viento
de mí espira un aliento
de grande suavidad acompañado.
Aquella, que me vino tanto en grado,
tal es entre los rostros mas hermosos
de las mugeres, como entre enojosos
espinos es el lírio delicado,
que mientras mas está de ellos cercado
mayor contentamiento
dá con su vencimiento;
y á su crecer esento
el sol le dá favor muy abastado.
ESPOSA
Es el mi esposo tan aventajado
entre los hombres mas presuntuosos,
quanto entre los espesos, y montuosos
ramos el verde cedro es escollado.
El fruto que produce es muy loado,
y quando yo me siento
cansada y sin aliento,
debajo de él me asiento:
¡ó! quan dulce su fruto he yo hallado!
En las bodegas de mi dulce esposo
entré yo, no por mí, mas por su guia,
porque su dulce amor es mi bandera
¡Ay, ay, amor, dulce y gracioso,
¡cómo me privas de la fuerza mia!!!
Dadme, del vino, que no muera:
poned manzanas á mi cabecera,
y otros olores con que me consuele:
traed, traed de vino vasos llenos;
henchid, henchid mis senos
de olor que dentro de mi pecho cuele,
porque de amor el corazón me duele.
No puedo ya, no puedo ya tenerme,
porque el amor la fuerza me ha robado,
y gran desmayo acometerme siento.
¡Oh, si el mi bien viniese aquí á valerme!
¡Si lo sintiese yo estar á mi lado!
yo tornaría en mí con grande aliento.
Su izquierda mano por sustentamiento
sintiese yo debajo de mi cuello,
y sobre mí ciñese su derecha!
solo esto me aprovecha,
que otro remedio procurar, que vello,
es no cobrar vigor, antes perdello.
ESPOSO
Doncellas frescas de Jerusalén,
que por espesos bosques y dehesas
andais, la dulce caza exercitando,
así os suceda en caza siempre bien,
y de rústicas ciervas y montesas
cabras torneis á casa triunfando,
que quando veais en sueño reposando
mi dulce amor, no me lo despertedes:
dexadla reposar, dexadla duerma,
que está de amor enferma,
basta que ella despierte: así os gocedes,
y así nunca vos mientan vuestras redes.
ESPOSA
Engáñome, ¿ó es la voz de aquel que yo
amo?
ella por cierto es esta que he sentido:
helo, helo dó viene con presteza.
¡Oh esposo amado mio, que te llamo!
con que velocidad á mí has venido,
que no te estorva monte, ni aspereza!
cabra montes con tanta ligereza
no corre, ni el cabrito aguija tanto,
Tras la pared se puso acá viniendo
mirando está y riendo.
Helo por la ventana, helo al canto
de la mi reja está mi esposo santo.
Hablóme el mi querido: vente, amiga,
levanta de dó estás, y vente presto:
belleza á quien mis ojos se ligaron,
que el frio que á los cuerpos dá fatiga
pasó ya, y el invierno tan molesto:
las nubes los sus vasos ya cerraron,
las flores sus capullos ya rasgaron,
ya se comienza á engalanar la tierra,
y el canto de las aves ya resuena:
en esta sazón buena,
la tortolica, á quien amor dá guerra,
cantando su pesar de sí destierra.
Ya muestra la higuera el dulce parto,
y está cargada de sus restrallones:
en cierne están las pampanosas vides,
del año está venido el dulce quarto,
que quita las tristezas y pasiones.
Ven presto, amiga, ven, no te descuides,
que si el camino mides
con priesa, bien me hallarás, zagala:
ven, ven, paloma mia bella y tierna,
aquí está una caverna
en este risco, y en aquesta escala
un agujero está, que dentro cala.
En estas cuevas verte yo queria,
amorosa, y dulcísima paloma,
aquí haremos bien nuestra compaña,
tu voz oyendo yo me alegraria,
y tu figura que al mi pecho doma,
dará á mis ojos contenteza estraña,
matad la mala casta que os daña,
matad las raposillas mas pequeñas
que hacen tanto daño en el renuevo
del mi majuelo nuevo,
buscadles sus camadas por las breñas,
y dad con ellas en las duras peñas.
Mio es aquel esposo, y yo le tengo,
que entre los lirios su postura hace,
aquel que liga todo mi deseo
á solos sus amores yo me atengo:
seré yo tuya mientras no deshace
su tela aquesta vida que poseo,
en el su amor toda mi alma empleo.
Recoge presto, esposo, que hay tal siesta
que de calor el mundo se abochorna.
Vuelve, que ya las sombras huyen, torna,
torna ligero como cabra presta,
como el gamito aguija por la cuesta.
 
Capítulo III
¡Ay triste! ¿Qué haré?
pensé yo que en mi cama
de noche al mi querido hallaría,
pero no lo hallé:
por lo que se derrama,
y de mí huye la alegría.
En esta ciudad mia
con gran pasión andando
buscarlo determino:
ni calle, ni camino,
ni barrio he de dexar, mi amor buscando.
¡Mas ay! que no le hallo
cansada entre los hombres de buscallo!
Buscándole me hallaron
las guardas, y la ronda
que toda la ciudad siempre rodea.
Pregunté si toparon
aquel á quien abonda
la gracia, á quien mi corazón desea.
Pasé de esta ralea
de belicosa gente,
y luego me encontrára
con el que yo buscára.
Asíle por la mano fuertemente,
y no le he de soltar
hasta en cas' de mi madre lo encerrar.
Ruego vos, ó doncellas
las de Jerusalén,
que por los bosques fieras perseguides:
así las cabras bellas
mateis, y así tambien
no herreis las ciervas, quando las seguides,
que quando vos sentides
que duerme mis amores,
no le hagais estruendo.
DexadIo estar durmiendo,
y cesen vuestros silvos y clamores
en este sueño fuerte
hasta que de su grado se despierte.
CORO
¿Quién es la linda esta
que sube de el desierto
como nube de humo muy fragante?
De mirra va compuesta,
y con gentil concierto
mezclada con encienso de Levante,
perfume tan pujante
quando el calor lo gasta.
Jamas tan bella y linda criatura,
parece una mixtura
de todos los olores, una pasta:
suave en este olor,
bien muestra ser hechura de amor.
ESPOSA
En derredor del lecho,
que tiene Salomone,
están sesenta hebreos caballeros
armado bien su pecho:
cada uno bien se pone
su espada muy apunto de guerreros,
en el reñir muy fieros,
están todos armados:
espanto pone el verlos,
nadie osa acometerlos,
en torno de su cama y aprestados,
su oficio es ofender
á quien de noche viene á acometer.
Una gran tienda armó
Salomón poderoso,
de Líbano se traxo su madera,
colunas le formó
de aquel metal precioso,
que es blanco, fuerte, y lucío en gran manera:
el techo no es cualquiera,
mas hecho de oro fino,
de púrpura entoldado,
y al rededor cercado:
está cubierto de un amor divino,
amor tal que enamora
á qualquier dama, que en su casa mora.
Doncellas de Sión,
salid á las fenestras,
salid de vuestras casas presurosas,
mirad á Salomón:
vereis las bellas muestras,
las que de ver beldad sois deseosas,
de piedras tan preciosas
que no hay valor, que quadre
la su corona toda,
que el dia de su boda
le puso en la cabeza la su madre:
porque en aqueste dia
dentro su pecho alvergue la alegria.
 
Capítulo IV
ESPOSO
Morada de belleza
eres, amiga mia, eres hermosa:
tus ojos de graciosa
paloma son, los lindos tus cabellos
castaños, crespos, bellos
que llegan á cubrir hasta los ojos,
quitan los mis enojos.
Qual linda vista hace en la aspereza
del monte de Guileza
el hato de las cabras, que paciendo
lo cubre todo con gracia mirha:
quien los tus dientes mira,
ovejas trasquiladas vé volviendo
de el agua, quando de labar se vienen,
corderos tienen todas, ¡qué riqueza!
Tus labios son de grana,
el tu hablar cautiva con su gracia
(tan grande es tu eficacia:)
un casco de granada es la tu frente,
hermosa, trasparente
está, el galán cabello
sobrepuja tu cuello;
y tu garganta tan lozana
es la torre galana
que hizo el Rey David para defensa:
de sus almenas cuelgan mil adargas
con otras varias cargas,
para que del contrario no haya ofensa:
tus pechos dos cabritos saltadores
son que entre flores pacen la mañana,
Hasta que amanse el dia,
y mientras tanto que la sombra huye,
y el sol la disminuye,
al oloroso monte recogerme
quiero, y allá tenerme,
al monte, dó la mirra se desgaja
y dó el incienso quaja.
Tú toda eres hermosa, amiga mia,
y falta en tí no habia:
del Líbano te ven acá conmigo,
ten ojo donde estoi desde el collado,
que en Amna está empinado,
dexa á Samnir y Ermon por el tu amigo,
cata que allí hay leones y pardales
que dos mil males hacen á porfia.
Tomado has señorío
dentro mi corazón, dentro mi pecho,
y Reyna de él te has hecho:
el fuego de tus ojos lo venció,
y el tu mirar que ató
mis manos sin poder descabullirme.
No pude de él guarirme,
esposa, hermana, en quien el alma fio,
mas fuerte es mi desvio
el amor tuyo, y fuerte mas que el vino,
de tus ropas un olor se extiende
que mucho mas trasciende,
que la preciosa algalia y ambar fino,
tu boca estila miel y leche dulce,
que amor demulce para el gusto mio.
El Líbano fragante
no iguala al trascender de tu vestido,
esposa, dulce nido
de mi alma, tu beldad es como un huerto
que no le halla abierto
ninguna bestia quando vá á dañarlo,
ni puede desbardarlo,
y siempre en su belleza está constante.
Eres fuente manante
de claras aguas, limpias perdurables,
que está cerrada en modo que no llegue
quien suciedad le pegue:
son tus pimpollos plantas deleytables,
granados con su fruto muy gracioso,
cipres hermoso, y nardo de Levante.
El nardo, el azafrán,
suave caña, suave cinamomo,
qualquiera planta y pomo,
y flor que suavidad de sí despida,
la mirra que convida
con aloes á todos a cogella,
y cualquier cosa bella
de buen olor en el mi huerto estan:
las aguas que allá van
un pozo es siempre lleno
que de el Libano monte vá manando.
ESPOSA
O vientos, vos soplando
mezclad aqueste olor del huerto ameno,
porque sin mi Theolampo al huerto asoma,
las frutas coma, que mis plantas dan.
 
Capítulo V
ESPOSO
Eumenia, hermana y muy querida esposa,
yo vine al huerto en nombre mio plantado,
allí cogí de mirra mil manojos,
allí panales dulces he gustado,
allí bebí la leche muy sabrosa,
y el vino, que ahuyenta los enojos.
Hermanos de mis ojos,
comed, comed, amados compañeros,
bebed muy placenteros,
en tiempo tan alegre bien podeis,
bebed quanto quereis,
bebed hasta embriagaros, que gocedes,
porque vuestros cuidados desechedes.
ESPOSA
Desnuda estaba ya, mas bien he oido
la voz de mi consuelo, bien la entiendo
llamando estar; que aunque yo estoi en sueño
mi corazon jamas está durmiendo.
ESPOSO
Amiga, hermana, á verte soy venido:
paloma mía, ¿no oyes mi reseño?
belleza, en quien me empeño,
abreme, que esta noche hay gran sereno.
Eumenia, por quien peno,
pues no es posible no me haber sentido
desde que soy venido,
mira que de la noche, y del rocío
mojado traigo mi cabello, y frio.
ESPOSA
Dexé yo al acostarme mi camisa,
¿cómo la vestiré tan fria estando?
Lavé mis pies: ¿pues tornaré á ensuciarme?
Mas siento que mi esposo anda probando
de abrir, y mis entrañas de tal guisa
alborotado se han con su llamarme,
que quiero levantarme,
y sin tardanza iré corriendo á abrirle;
que solo ya en sentirle
mis manos fina mirra destilaban,
mis dedos goteaban.
Mas ¡ay! que mi placer es ya desierto,
que no le hallé aquí quando hube abierto.
Busquélo, y díle voces, no responde:
las guardas de la noche á mí vinieron
muy mal y crudamente me trataron,
las muestras de los golpes que me dieron
dan testimonio tal que no se esconde.
Las guardas de los muros me robaron,
mi manto me quitaron:
ruegoos, señoras, por amor de Dios,
que si por acá vos
aquel, por cuya causa peno, veis
que luego le conteis
quantas pasiones causa en mí su amor,
que estoi por él enferma de dolor.
CORO
Pues tanto, bella, tanto nos suplicas,
y tanto estás por él su amor penando,
¿cómo podremos viendo conocerlo,
si de las señas del que vas buscando,
tú no nos das aviso, y nos lo explicas?
ESPOSA
Muy bien podeis, señoras, vos saberlo
que solamente en verlo
lo estrañareis: su vista es muy graciosa:
él es como una rosa,
es rojo y blanco, bien como si en leche
un fresco clavel se eche:
es señalado entre infinita gente,
de todos su belleza es diferente.
Ceñida su cabeza trae de oro,
espeso más que un bosque es su cabello,
mas negro que el color, que al cuervo enmanta:
sus ojos, que dan bien á conocello,
son como los de un pabo muy decoro,
que de un lago de leche se levanta:
es la belleza tanta
de sus mexillas, que es muy semejable
al campo deleytable
donde las olorosas flores crecen:
sus labios se parecen
á lindas rosas, y advertid bien, dueñas,
que estilan de sí mirra por mas señas.
Redondos son los dedos de sus manos,
como sortija, que jacinto abraza:
su vientre mas que un vaso de marfil;
dos mármoles muy blancos y sin raza
sobre dos trozos de oro muy galanos
sus piernas son: su vista es tan gentil
qual por el mes de abril
el Líbano gracioso se demuestra:
Mirad si es linda muestra:
su gentileza excede, y su estatura
al cedro en el altura:
su paladar, y quanto en él se halla
todo es dulzura y perfeccion sin falla.
CORO
Dechado de belleza,
de gracia y de lindeza,
¿pues dónde te se fué el que tanto adamas?
¿á dónde está el que amas?
si puedes atinar adonde fué,
dínoslo, dí, porque
tenemos gran mancilla de escucharte,
y queremos buscando acompañarte.
 
Capítulo VI
ESPOSA
Aquel que en mis entrañas tiene nido
buscando, lo hallé entre sus vergeles,
que allí por recrearse habia ido,
entre olorosas plantas y donceles,
cogiendo andar las rosas lo he sentido,
los blancos lírios, flores y claveles:
mio es él, mio; y yo soy suya, es cierto,
de aquel que coge lírios en mi huerto.
ESPOSO
Eumenia dulce, y muy graciosa hermana,
hermosa mas que Tirsa, y mas amable
que la Jerusalén, ciudad galana,
mas fuerte que una esquadra inexpugnable,
abaja la tu vista mas que humana,
que es tu mirar en hito intolerable,
quando alzas los tus ojos robadores
luego me rindo todo á sus amores.
Quando yo el tu galan cabello veo,
de bellas cabras hato me parece,
de aquellas con que el monte Hiladeo
quando por él se extienden se ennoblece:
tus dientes viendo, ser ovejas creo
cuya lana lavándose emblanquece,
ovejas parideras á porfia
que entre ellas una sola no hay vacía.
Graciosa, bella y roja es la tu frente,
como los cascos son de la granada,
y mas que tu cabello preeminente
tiene con su explendor mi alma robada:
quarenta son mis Reynas, y mas veinte
entre otras que no hay cuenta señalada;
mas una es sobre todas la paloma,
que con su amor el corazón me doma.
Es una aquesta sola que mas quiero,
y de su madre mas amada hija.
Quantas mugeres ven este lucero,
éste que mis entrañas regocija,
se espantan, y la alaban por entero,
por verla quien mas puede mas aguija.
¿quién es esta alba, sol, y bella luna?
¿Qué fuerte es ésta mas que otra ninguna?
Yo vine al huerto de las Nogaledas,
y á las regueras dó el agua camina
por contemplar las frescas arboledas,
tambien por ver si mi parral germina,
y por mirar los bosques y moredas,
y ver si la flor abre granadina.
¿Qué es esto? ¿Quién me dió alas que volase,
ó caballo ligero en que tornase?
CORO
Torna, torna señora Solamita,
mira quantas estamos esperando
deseosas de ver la tu infinita
belleza, que no harta contemplando.
ESPOSO
¿Qué deseo á mirarla vos concita?
¿Cómo estais tanto verla deseando?
Repartidas estais y hechas calle,
como esquadron se pone en un gran valle.
 
Capítulo VII
En el meneo, en el andar tan diestro
los tus pies vencen toda hermosura
con su calzado rico, y ornamento:
la redondez de el muslo, y su juntura
es como un bel collar, que un gran maestro
de oro torneó, gentil en hermosura:
tu ombligo fabricó tambien natura
como una bella tuna en redondeza,
y siempre es fuerte, siempre fruto tiene:
tu vientre qual conviene
como un monton de trigo es que en belleza
envuelto, y lírios viene:
tus pechos dó se anidan los amores
son como dos cabritos saltadores.
Tu cuello es una torre de marfil:
tus ojos claros, llenos, refulgentes
como piscinas hechas en Esbon,
junto á la puerta que á las muchas gentes
recibe; y el tu rostro tan gentil
parece al muy hermoso torrejón
que hácia Damasco tiene el Líbanon.
La tu cabeza tiene semejanza
á aquel Carmelo monte muy famoso,
y el oro muy precioso
que de ella nace, en hermosura alcanza
á un rollo muy hermoso
de púrpura que bien bebió del tinte,
que no hay mejor belleza, que se pinte.
Toda eres bella, y tienes el primado
en hermosura, gracia y gentileza:
no hay quien pueda acabar de bien loarte,
grande es de tu estatura la belleza.
Como quien mira palma el rostro alzado,
así conviene en alto á tí mirarte:
tus pechos son racimos por bello arte
de la natura obrados: yo querria
subir en estas plantas á coger
sus ramos á placer:
tus pechos bellos son en demasía
racimos de Velver,
y el suave olor que tu nariz espira
olor de fruto es, que á todos tira.
ESPOSA
Quando mi amado algun buen vino bebe,
tanto aquella dulzura lo trasporta,
que habla como aquel, que está dormido:
quando su paladar su habla corta,
otra dulzura tanta de él nos viene,
que á todos saca fuera de sentido:
yo soy toda de mi esposo querido,
y él me quiere á mí bien, que bien lo entiendo.
Si tú quisieras ora, mi Theolampo,
saldríamos al campo,
iríate mis amores refiriendo,
y quanto por tí he pasado en llanto,
y dormiremos por las caserias
pasando así las noches y los dias.
Veremos la mandragora si huele,
si abierto ha ya su flor, y tanta fruta
como tengo apartada para tí
que tengo mucha allí:
de ella en sus ramos, de ella mas enjuta,
que muchos días ha que la cogí:
pues tú la has de gozar, y no otro hombre,
pues se cogió, y guardó toda en tu nombre.
 
Capítulo VIII
ESPOSA
Despues que la mi alma
gustó de sus amores
suaves mas que cosas de la tierra,
mi deseo no encalma,
mas con nuevos ardores
abrasa mis entrañas, dó se encierra,
que quando se destierra
de mí la tu presencia,
muero por te buscar,
y nunca te apartar,
porque me dá gran pena la tu ausencia,
y siempre estoy en quejas
quando de mí, Theolampo mio, te alejas.
Pliguiese á Dios me fueses,
Theolampo, como hermano,
y el pecho de mi madre tú mamases,
porque siempre anduvieses
conmigo por la mano,
y nunca de mi casa te apartases,
y quando me encontrases
mil besos te daria,
y quien me viese así
no burlarla de mi,
y luego á casa yo te llevaria,
y de adobado vino
te daria, y del mosto granadino.
Doncellas cazadoras,
las de Jerusalén,
así de amor goceis os ruego y pido,
no seais despertadoras,
dexad dormir mi bien,
dexadlo hasta que quiera estar dormido.
CORO
¿Quién es quien hace ruido?
¿Cuya es esta doncella
que al su esposo pegada
viene muy namorada?
ESPOSA
So aqueste arbol tu madre te ha parido:
aquí te parió cierto
so aqueste arbol dó fué de mí despierto.
ESPOSO
Suave y dulce amiga,
por quien yo peno, y muero,
querria de tu amor estar seguro:
por tanto tú me liga,
y tenme muy entero
en el tu corazón sincero y puro.
Querria yo, te juro,
en el tu pecho estar
con un muy fuerte sello,
tal que otro alguno no pudiese vello,
y en el tu brazo andar:
y si tú a mí me quieres,
mi alma vestirás de mil placeres.
¡Si bien supieras qual
es del amor la fuerza,
y quanto es el dolor que hay en los zelos!
Golpe es mas que mortal
que mucho mas nos fuerza:
son mas que sepulturas los recelos:
debajo de los cielos
no hay llama tan ardiente,
que no sea gran frescura
si á la llama de amor se represente:
no la podrá apagar
quanta agua hay en los rios y en la mar.
Si alguno con riquezas
con quanto haberse puede
quisiese el amor suyo rescatarlo,
poderes, fortalezas,
ni quanto se concede
al mundo, son bastantes de apreciarlo:
y digno de mofarlo
con el mayor desprecio
seria el que presume
poner amor en precio:
en pos de amor, que todo lo resume,
puesto en una balanza
riqueza, vida, y honra, nada alcanza.
Niña es y muy pequeña
que el pecho aun no le apunta
á esta nuestra hermana que tenemos:
quando diere ya seña
de ser á esposo junta,
¿qué se hablará della? ¿Qué haremos?
será bien que miremos
con que se adornará:
si tiene algun cimiento
haremos fundamento
y un palacio de plata se obrará,
y sus puertas serán
de cedro que jamás se cerrarán.
Más fuerte que soy yo
palacio no se halla,
ni muro que á los males mas resista:
mis pechos los juzgó
por torres muy sin falla
el que me amó después de la mi vista.
ESPOSO
Tiene en Bahalamone
el Rey Salomón viña,
y á muchos la consiña:
por renta en manos cada qual le pone
de plata mil monedas,
por el fruto de vides, y arboledas.
La viña que yo he,
yo mismo me la puse,
y yo me hago el fruto, y soy la guarda:
¿quánto mas ganaré
no permitiendo que use
otro, ni que la toque en la su barda?
Eumenia, mientras guarda
el huerto tu presencia,
y allá sentada estás,
gran gozo me darás,
si empiezas á cantar con vehemencia,
y un tal cantar me cantes
con que todos mis émulos espantes.
 
Canción
ESPOSA
Amado, pasearás los frescos montes
mas presto que el cabrito
de la cabra montés, y que el gamito.
FIN

 

 

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