POR LA PAZ

Juan Drago

No lo dudes, cuando hablamos de paz construimos la paz, cuando hablamos de guerra, aunque no lo pretendamos, evocamos la guerra. Es cierto que hablar de beligerancia no equivale a disparar lleno de odio, pero lo cierto es que alguien, empujado por intereses económicos, ha echado a rodar la bola de nieve de la confrontación desde la cumbre del poder de este planeta con frialdad calculada, y los medios, prensa, radio, televisión reflejan opiniones, fotos de armamento, declaraciones levantadas en un clima perverso. Todo parece calculado, la tecnología avanzada está al servicio de los intereses económicos, y los obreros y empleados de unos países tendrán que enfrentarse a operarios y campesinos de países a quienes no conocen. La materia prima de las guerras son los pueblos inocentes. Acaso unos tendrán la suerte de estar integrados en ejércitos de la más sofisticada tecnología y logística. Pagarán entonces los otros, los niños y ancianos, sufrirán hambre, mutilaciones, destrozarán sus proyectos de vida, como si no fuera ya vivir una angostura que conduce a la muerte. En mi libro Orfeo encuentra el mar hay un poema que resume la inutilidad de cualquier guerra:

 

 

La sangre que derramó esta espada

 

La sangre que derramó esta espada

el polvo la cobija, en la luz va dispersa.

 

La sangre que empuñó esta espada

en libros se cuartea como sueño imposible.

 

Los ojos que la miran sólo ven un espejo

distorsionado y frío donde el dolor triunfa.

 

Ambas sangres se juntan a espaldas del azogue

así como las aguas que separa una quilla.

 

Este sol que nos nace, este sol que nos puede,

brillar hizo su hoja y mordió sus aceros.

 

También él se consume en tropel amarillo

esparciendo su baba en la quietud magnífica.

 

 

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