UN VIAJE, UNA FOTOGRAFÍA

Emilio Morales Prado

Fotografía: Ignacio Fernández

 

Charo y yo habíamos ido a comer a Cudillero. Un entorno privilegiado, una comida para turistas. Lo de siempre. Sin embargo, conocer la pescadería que está en la plaza fue una experiencia poco común, que recomiendo a todo el que se anime. Allí compramos percebes que consumimos con fruición al día siguiente. Nunca me han gustado los viajes, pero en fin, ahora me gustan. Después de comer, Charo me dijo que me llevaría a la playa del Silencio. El camino comenzó en la autovía, continuó por una carretera vecinal y finalmente nos encontramos en una vereda. Ya veíamos el mar al fondo de un acantilado. No se podía seguir en automóvil. Descendimos un buen trecho por una empinada cuesta de guijarros sueltos y finalmente llegamos a un mirador. La playa es un espectáculo, como tantas otras por aquí. Poca gente, pese a ser sábado. Por debajo de donde nos encontrábamos, instalado en una cornisa, vimos a un hombre haciendo fotografías. Abajo del todo, alguien, que resultaba minúsculo, caminaba por la arena. Decidimos no bajar hasta la playa y emprendimos el regreso. Mientras subíamos, se nos emparejó el fotógrafo. Después supimos que se llama Ignacio. Nos hizo algún comentario sobre la cuesta. Hablamos. Le pregunté si hacía fotos para alguna revista. Dijo que no, que era pura afición. Comentamos lo difícil que es reflejar en una fotografía la grandiosidad de un paisaje. Ignacio es una de esas personas que irradia tranquilidad, una especie de aplomo, de conformidad con la vida. Tal vez no pasamos juntos ni diez minutos, pero me daba la sensación de conocerlo bien. Es un tipo que transmite confianza. Al despedirnos, le pedí que me enviase algunas fotos y le dí mi dirección de correo electrónico. Por un segundo, temí estarme excediendo. Pero se mostró de acuerdo. Y me envió las fotografías. En particular, esta de la playa del Silencio. Un lugar de lujo en un entorno agreste. Una fotografía que, más que reflejar, interpreta. E interpreta bien. La playa del Silencio ya no es la misma después de haber visto esta versión de Ignacio. Se me vienen a la cabeza aquellos poemas de Quevedo, de Góngora, de Goytisolo, interpretados por Paco Ibáñez. ¿Puede alguien concebir “Palabras para Julia” si no es con la música de Paco? Lo mismo me ha ocurrido a mí con esta fotografía de la playa del Silencio. Ahora es una joya en la pantalla luminosa de mi ordenador, una experiencia nueva, una forma diferente de ver la realidad, un lugar que no por verdadero deja de ser soñado. Otra cosa, en suma. Una fotografía y un viaje: todo un regalo para un solo día.

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