Herme G. Donis

 

 

MERCADO LISBOETA

 

Especias, jazmines, estrellas de Egipto,

alfanjes, limones, zureo de palomas,

barricas de verde aceite, pan de centeno,

diminutos pájaros grises y verduras recién cortadas.

Libros, revistas gastadas por el sol. Viejos

dibujos de ciudades lejanas, acuarelas.

Niños que dormitan entre el ruido. Ojos negros.

Camisas, sombreros, sábanas, pasteles de tapioca,

tortas de maíz, sellos, plástico, relojes atrasados,

imágenes fijadas para siempre en estampas antiguas,

cantos rodados, olas de calor, sal. Amalgama de olores.

Peces y pulpos resbaladizos que se derraman en rojo,

carnes, músculos rasgados, aves suspendidas en garfios,

té de Ceilán, rumor de agua, mosaicos manuelinos, garabatos

en las pizarras, la penumbra dorada de los puestos. Gente.

 

A la salida, sobre un tablero, montones

de manzanas dulces te traen el olor de otro mar.

 

Que la fuente de la vida es un dios,

hay infinitas maneras de saberlo

 

SUMARIO