POEMAS
Juan Pastor
Estoy junto a la duda cuando sueño, cuando me busco para reconocer mi voz.
I
Estoy buscando la voz.
Acaricio mi silencio
y se abre la puerta por donde llegan
líneas de espacio sobre un blanco permanente.
Pero me siento junto a la llamada del color
que siempre aparece en mi memoria.
II
Tu pasado agoniza lentamente.
Y una franja de colores, distancia sostenida,
se precipita.
Se acumula sobre el abismo
de la caricia constante por la voz
quebrada del recuerdo.
III
Nos alejamos mientras recorremos el espacio.
Su recuerdo nos confunde
y el cuerpo unido a tu cintura se contonea,
una y otra vez, siempre hacia la luz.
No mires hacia esa tenaz lejanía.
Recuerda que tu llanto fue reconocido
y ahora, cuando ha pasado la voz,
volvemos a pensar, a caminar en línea
cuando te siento.
Y otra vez me recoges en la distancia.
IV
Mira hacia ti y verás cómo acaricio tu cuerpo,
cómo descanso sin la duda sobre ti y mi palabra,
sobre la profundidad de tus alas en vuelo.
¡Es la continua presencia de mi canto!
Pero hoy amanece como cada día
junto a la piedra y la palabra de tu voz,
desde tu presencia de repentina claridad.
V
Tal vez mañana seas mi luz.
Hoy tengo miedo de perder esta claridad
de recuerdos y de sombras para la voz.
Todo se hace con la mirada.
Y hoy mi canto, oculto y difícil,
me resulta pesado, inaccesible y duro.
Sólo la posibilidad de manchar,
de reproducir sobre blanco,
me podrá delatar y descubrir la frontera.
¡Tan sólo para entonces!
Y sin que la mirada lo sepa y me reconozca.
Y dejar sobre la solidez, un hilo, una delicia asistente y rota por la mudez de tu sonrisa
I
Busco la calma. Pero son tantos recuerdos
que con invocar tu voz se deslizan
sobre los delirios de la mar y su ventisca.
¡Aquí no hay espuma,
ni tormentas de sal sobre su azul!
Hay vientos en líneas de horizonte,
cadencias que se rompen
sobre una dilatada sonrisa de amapolas.
Rayos verdes que balancean su luz
sobre su profundidad y su color.
II
Pero sigo cantando y te recorro
cuando el pasado nos abraza.
Tanto, que deja nuestros cuerpos
quebrados por la luz y su mirada.
Tú eres la distancia. Mi realidad.
El ahora que se rompe
para levantarnos en voz
y dejar que mis brazos se llenen.
III
Me duele volver, recorrer la tarde,
dejar el blanco de su línea, su visión de luz y profundidad.
Pero nadie puede con mi silueta enrojecida
porque solo yo vivo mi tarde y su frontera.
Hoy vuelvo a dudar y me asusta su matiz,
su punteada soledad cuando amanece.
Pero se ha roto su negritud, la huella,
y sigo suspendido y sin retorno.
IV
Se repite la palabra y su mirada más triste,
que se ha recogido sobre mis días.
Pero el tiempo rompe la duda, se hace,
y cada hora de luz reaparece y vuelve.
Me miran, y nos dejamos sentir cada vez
que florece y se rompe la claridad.
Pero siento su final sobre mis dudas.
Amanece y un nuevo día se abre de voz
para las miradas sin ritmo de pequeños nudos
y una larga y deseada presencia.
De ritmo caído sobre mi voz y la tarde.