GLOSAS Y DISCURSOS

(de “El pozo y la estrella”)

 

J.A. Antón Pacheco

 

 

El sueño de Leandro el pescador: el sueño de Leandro el pescador es pescar un pez de niebla en la niebla, el pez profundo de niebla que a veces se confunde con el arrendajo de la niebla, pájaro profundo como el pez de niebla.

 

El sueño de Arturo el aviador: el sueño de Arturo el aviador consiste en volar con aviones en vuelos aviadores y contemplar desde la altura aviadora cómo pasa el tren de sombras, cómo planea el avión de sombras, cómo vuela Arturo en las sombras.

Una visión muy antigua: en una visión muy antigua se veía una campana en la madrugada tocada por una flor enguantada.

El sueño del que sueña ser huésped de la lluvia: sueña el huésped ser el huésped de la lluvia y acercarse hasta la ciudad unánime en un corcel entre la lluvia y convertirse en adalid unánime o huésped de la lluvia.

 

 

Una visión muy leve: una visión leve la proporciona la senda de los mirlos en la que se adelgaza la huella sobre la hierba y se aminora hasta convertirse en arpadura de negro sobre verde.

 

 

El sueño de Constanza la marinera: Constanza la marinera soñó que era la marinera que subía hasta lo alto de la gavia y enarbolaba la grímpola de las tormentas, la que anuncia a los navegantes la isla que alberga el jardín de los granados.

El sueño de Damián: Damián tiene un sueño que se repite una y otra vez: Damián acude a la playa y allí abre el estuche de los prismáticos y saca los prismáticos y otea el horizonte. Y divisa en este orden: el humo de las chimeneas de un trasatlántico, el periscopio de un submarino alemán, el pecio que viene de tierras lejanas. Al día siguiente acude a la playa, otea el horizonte con los prismáticos y divisa en este orden: el humo de las chimeneas de un trasatlántico, el periscopio de un submarino alemán, el pecio que viene de tierras lejanas...

 

 

Visión del hotel radiofónico: ¿Qué es el hotel Pentecostés, dónde está el hotel Pentecostés? No lo podríamos afirmar con seguridad. El hotel Pentecostés aparece tras una melodía que nos la trae el viento a ráfagas, dispersa. O se hace presente de pronto a la vuelta de una esquina y después lo perdemos y ya no nos acordamos dónde está. En el hotel Pentecostés nos refugiamos cuando súbitamente comienza a llover y nos coge en medio de la calzada. Entramos en él, echamos un vistazo en su interior desde el zaguán, saludamos a algunos huéspedes que salen en ese momento del edificio y no volvemos a saber más de ellos.

 

 

Visión desde el hotel Galatea: se acercan caravanas transitando a través de la calle hasta el caravasar secreto que hay en todas las calles; pues sí, en todas las calles (aunque no lo creamos) existe un caravasar que sirve de encrucijada para todas las caravanas que cruzan desiertos y calles; y hay caravanas de mujeres de leche que pasean la blancura de la leche en caravanas hasta el caravasar.

Hay caravanas que vienen de las brumas y en la brumas se disuelven.

Y hay caravanas que vienen del resplandor y en el resplandor se abisman.

Luego pasa la caravana de la ceniza con cargamento de ceniza.

Todo eso se puede contemplar desde el hotel Galatea. Y entonces llega la noche y entonces desde la ventana del hotel Galatea observamos cómo pasan los seres de la noche, el ópalo y el ámbar nocturnos con cargamentos provenientes de noches lejanas.

Pero lo más importante, la visión que hace del hotel Galatea faro y ángaro de atalayas es aquella visión en la que se ve el tren de sombras entrando en la estación, los pasos que se pierden en la penumbra, las ringleras de ciegos en la niebla.

Pero lo que verdaderamente hace del hotel Galatea faro y ángaro de atalayas es poder ver desde sus balcones a esa mujer de ojos vendados que sólo sabe cantar canciones de Musorsgky.

 

Una visión muy extraña: una visión muy extraña es esa visión en la que se ve una canasta de mendrugos de pan rodeada por una cohorte de acordeones antiguos.

Esto ocurre en contadas ocasiones y en momentos muy concretos y especiales. Así, por ejemplo, esto sucede en la calle del Pez: allí es posible contemplar el lento movimiento de los acordeones gastados hacia los trozos informes de pan duro.

¿Qué extraña sinfonía quieren interpretar los acordeones antiguos ante la presencia de la cesta llena de pan endurecido?

Parece como si hubiera una oculta simpatía entre los instrumentos musicales y el pan. Por eso se ponen en funcionamiento los detectives, los exploradores y los arqueólogos: todos se interrogan sobre el enigma de las hogazas entre acordeones vetustos.

Tal vez por eso una imagen tan insólita como la de los panes entre acordeones sólo puede suceder en la calle del Pez o en las habitaciones del hotel Galatea, en esas habitaciones oscuras y secretas donde sólo se hospedan los hombres con antifaz, porque ellos sí que pueden comprender (o intentar comprender) el misterio de los viejos acordeones en torno a una multitud de barras de pan ajado.

 

 

Recuerdos bálticos: en aquellos tiempos ya había antenas de radio.

 

Volver al Sumario

Volver al Distribuidor

Volver a Inicio