UN CANTO A RAS DE TIERRA

(selección de poemas)

Diego Vaya

Cada cual con su Hobbes olvidado en una celda de dientes de lobo De vez en
cuando entre dos dentelladas un abrazo el consuelo en traje de cordero pero
de qué nos sirve si el hombre siempre tuvo aullido de lobo en su sonrisa
huella de lobo en su camino nombre de lobo marcando su historia

Prefiero que un incendio le ponga fin a mi memoria y que una inmensa columna
de humo sea el lenguaje Auschwitz Dachau Mathaussen y escribir oh dios en el
cielo este destino este no ser la nube que al sol se vuelve luz esto que soy
y que se acaba aquí






Dolor antiguo el mío como de fierro en boca tornando la cabeça del exilio a
la infancia

Los días traen restos de lo que fue Septiembre es la necrópolis de Atenas el
viento que se enreda en las columnas que ya no sostienen el cielo Me siento
en ellas solo en este septiembre interminable Dolor antiguo el mío más
griego cuanto más me pregunto por qué y menos sé perder lo que he perdido

Quién me sueña mi alma polvorienta puesta al sol del camino por furiosos
caballos fue arrastrada dándole siempre vueltas a lo mismo

Dolor antiguo el mío desde la misma sangre sagrada herencia del barro Quién
me sueña en esta antología de prisiones donde el tiempo en cadena se sucede

Me he despertado en esta tierra con las alas vencidas por el peso de un
nombre






Fuera toda la vida un árbol negro y plantado con mano distraída árbol negro
la vida por fuera lleva un nombre la sonrisa grabada en la corteza es mejor
para ti que la apuntales

Árbol negro aquí tienes el viento es un conjuro que se ha vuelto implacable
y nombra mi estatura bajo la larga sombra de otro árbol Sopla el viento en
las ramas y suena y suena y hasta aleja el sol y es lo que queda al fin Así
también la tierra prometida trozo a trozo ese paisaje bajo el alto cielo

Fuera toda la vida un árbol negro al que sólo dan vida los pájaros que
emigran






Hemos andado todos los caminos un vacío sin fin trazaba el rumbo Cuantas más
cosas tocamos con las manos menos hay donde agarrarse Y los paraísos
artificiales de Baudelaire cerraron sus puertas de humo hace mucho qué
cansancio del sueño qué letargo terrible qué derrumbe del mundo en los
sentidos qué nauseas de haberlo probado todo sin que nada nos sacie qué
caída hacia dónde ojalá que no sea para adentro No existe nada más que este
camino que marca la herradura de la sed

 

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