EL TIEMPO NOS DESHACE

(selección)

 

Florencio Luque

 

 

 

1

 

Soy noche

 

y ninguna estrella me basta

 

 

6

 

Poséeme: habla por mi boca;

ahora que te veo en todos los rostros,

en todas las sombras;

en el puñal oscuro del ciprés,

en todas las estrellas que caen en los charcos.

Poséeme: mira con mis ojos

(¡Oh devastación de este lugar sin nombre!);

dí que aún te habitan ojos y manos,

que eres carne por la que la luz transita y canta,

espacio donde la perplejidad de vivir anida.

Poséeme: ando rendido y roto;

sabiéndome sin boca, sin ojos;

arrastrado por caminos de sangre encendida,

donde hiere el afilado puñal del ciprés,

donde ahogan las estrellas que reposan en el brillo de los charcos.

Poséeme, pues voy sin manos, sin rostro,

sin carne que alumbre el alma:

náufrago en la pavorosa llama de la ausencia.

 

 

7

 

Mientras nos amemos

no estaremos muertos.

Gime el pájaro en el tejado,

se agosta la grama ahogándose en verdes,

las nubes levantan su plegaria desde el vértigo,

terribles las fieras se aparean;

polvo encendido de muerte y olvido son:

ignoran qué es hacer realidad el deseo.

Amándonos: canta el pájaro,

viva es la espesura,

hermosa la fiera;

Amándonos: no mueren quienes habitan

el vasto territorio de lo imposible.

 

 

8

 

Dame, tierra,

el agujero de un océano rojo

donde el aire no pese como arena sedienta;

un cielo desde el que, invisible y absorto,

me balancee sobre las miserias

y las lágrimas de los inocentes;

la casa de la caracola

donde su eco, húmedo y persistente,

se extienda hasta cubrir la noche

y me haga sordo a las agujas del dolor;

dame, tierra, agujero, refugio,

cielo, océano, caracola,

lugar donde ya no exista este estremecimiento inútil

que se ha de consumir en la nada.

 

 

9

 

La inmóvil soledad de las piedras,

la mansa desolación del pájaro herido,

el inmenso mar oscuro del grito de la sangre,

el errar de quien no va a ninguna parte,

el profundo pozo donde palpitan luceros,

alba y ocaso: soy.

Nada pasa. Silencio. Vacío.

Una densa angustia donde la noche se puebla de cuchillos.

 

 

25

 

¡Oh remoto tiempo donde solo existía el presente!:

Iba yo desnudo, brillando como estrella en la noche,

sin memoria del vasto dolor que aguarda a toda vida;

¿Dónde, ¡oh  viejo tiempo de la casa familiar!, te ocultas?:

¡qué mágica  la noche poblada de grillos!

¡la transparente alegría de mis hermanos!

¡la sencilla  mesa compartida!

¡Qué lejos quedó el futuro ahora que el tiempo lo ha consumido!

 

 

26

 

Mi soledad está encendida de pájaros.

De pájaros negros por donde se oculta el eco de su voz;

mi soledad gira en llamas,

aúlla en su desierto;

mi soledad en la que los pájaros

abren túneles rojos

retorciéndose en la noche 

mientras el corazón se escapa

hacia el vértigo de su desangrarse.

 

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